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"El desayuno", Luis Alberto de Cuenca

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Luis Alberto de Cuenca fue uno de los poetas más aclamados en la actividad de "buffet libre" de poesía que realizamos con motivo del Día de San Valentín.

Muchos recordaréis el poema que fue varias veces seleccionado y leído:
                                                          "El desayuno"

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».

 
Luis Alberto de Cuenca (El hacha y la rosa, 1993)
 
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Este poema establece una relación intertextual con el conocido poema 15 de Pablo Neruda recogido en Veinte poemas de amor y una canción desesperada.  Si en el poema del Neruda la amada es recreada por el poeta, como quejosa y distante, Luis Alberto de Cuenca nos presenta una amada feliz y locuaz. Se trata de un amor carnal y gozoso («Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno»),
 frente a la propuesta platónica y espiritual del poema 15. En consonancia con el tema, frente a las metáforas idealizadoras nerudianas, el poema de Cuenca no renuncia a las expresiones coloquiales.
 
 
Poema 15
 
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.




 
 

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